La gran inmigración italiana



De Europa a América
Europa. Siglo XIX. El descenso de la mortalidad y las tasas altas de natalidad ocasionaron un crecimiento sin precedentes en la población, lo que sirvió como válvula de escape del proceso emigratorio. Hacia fines del siglo XIX los pasajes marítimos eran relativamente accesibles y el tiempo de viaje entre los puertos europeos y el de Buenos Aires se había acortado sensiblemente. Las circunstancias económicas fueron determinantes para la emigración pero variaron según cada lugar. En el caso de Italia, la Liguria tuvo su apogeo emigratorio antes de la "Gran Depresión"; Sicilia, en cambio, comenzó este proceso una vez finalizada la crisis; en el Véneto el flujo emigratorio estuvo estrechamente vinculado a las fluctuaciones de la economía agraria. Otra de las causas de la emigración durante el siglo XIX fue la alta conflictividad social, pero no sólo emigraban por razones sociales o políticas, también lo hacían por motivos religiosos. 

La inmigración italiana fue el segundo movimiento migratorio más numeroso que comenzó a partir de 1860, aunque fue masiva en 1870. Si consideramos las oscilaciones de los flujos migratorios, se podría organizar el período entre 1857 y 1914 en cinco momentos: 

-1857-1874: Lento e ininterrumpido. 

-1875-1880: Crisis e inestabilidad política. 

-1881-1889: Aumento constante de los flujos. 

-1890-1908: La crisis económico-financiera introduce una etapa de depresión, atenuada sólo al final del período.

En la segunda mitad del siglo XIX era evidente el predominio demográfico italiano entre los residentes extranjeros. El 60% del total de inmigrantes llegó antes de 1915, poco más del 20% entre las dos guerras mundiales y el 20% en la primera década de la posguerra. ​

Las regiones italianas de donde provenía la mayor parte de los inmigrantes eran el Piamonte y la Calabria. Más del 65% de los inmigrantes italianos provenían del sur y, del 35% restante, el 21% era de las regiones centrales, en especial de Abruzzo y Molise, mientras que del norte había un 13%, principalmente oriundos del Véneto y Friuli-Venecia Julia. ​
Buenos Aires. Conventillo.
La inmigración italiana fue marcadamente urbana, con la excepción de la provincia de Santa Fe donde predominaron las colonias agrícolas. En Buenos Aires los recién llegados buscaban ubicación en la construcción, la confección, el comercio, el puerto y prefirieron instalarse en La Boca y Barracas. ​La comunidad estaba integrada a la sociedad porteña mediante instituciones, escuelas, iglesias, diarios y hasta agrupaciones políticas. ​La cultura del trabajo y el esfuerzo fueron fundamentales para su inserción y sus ideas posibilitaron el surgimiento del movimiento obrero organizado, como también del anarquismo, socialismo y sindicalismo.

La Boca, barrio de inmigrantes italianos 
Es considerable la influencia de los inmigrantes italianos en nuestra tradición artística, así como en los campos científico y técnico. También se produjeron cambios en las costumbres y tradiciones; se incorporaron variantes lingüísticas, gustos y modos de consumo en el mercado local.

La Constitución y las leyes favorecieron la incorporación de los adultos a la ciudadanía, pero la escuela, a través de la alfabetización, fue el modo en que los inmigrantes pudieron incluir e integrar a sus hijos.

La Argentina durante el período inmigratorio


El proyecto político y económico. Gobernar es poblar

Desde las últimas décadas del siglo XIX nuestro territorio había ingresado en una etapa de expansión económica sin precedentes, acompañada por un proceso de pacificación política y de consolidación de las instituciones, lo que favoreció la llegada de inmigrantes y convirtió al país en uno de los destinos privilegiados. 

La Generación del ’80, a la que pertenecía la clase dirigente, acompañó el proceso de modernización, en el que el progreso económico y la organización política provocaron el surgimiento de una nueva sociedad. Los cimientos del modelo ideológico estaban fundados en los escritos de Juan Bautista Alberdi, quien consideraba dos pilares básicos del desarrollo: la mano de obra y el capital extranjero; patrón sustentado por Domingo Faustino Sarmiento, para quien los nativos sólo representaban la barbarie y el atraso. De manera que el propósito principal y explícito no era solamente "poblar el desierto", sino modificar la composición de la población. Es así como sobre el sustrato criollo e indígena se asentó una mayoría de inmigrantes de Europa meridional y una minoría de países limítrofes que impulsarían el plan de la refundación. La inmigración blanca y la colonización representaban la esperanza del progreso y la riqueza, a imagen y semejanza de las capitales europeas. 

Hotel de Inmigrantes. 1902.
Entre 1875 y 1914 más de cinco millones de extranjeros cambiaron la fisonomía del país. Los italianos eran, sobre todo, arrendatarios que comenzaron a crear la pampa cerealera, incrementando la riqueza de los comerciantes. El período de 1880-1914 fue la etapa de mayor crecimiento económico nacional, debido a la expansión acelerada de la producción agropecuaria, el crecimiento de las exportaciones y la modernización del sistema de transportes. La construcción de los ferrocarriles fue clave en la consolidación de la actividad agroexportadora, ya que posibilitó la colonización y explotación comercial de la pampa. 

Para fines de 1880 ya estaba madurando otro proceso, que cambió radicalmente el uso del suelo en la pampa húmeda: la gran expansión de la ganadería vacuna, especialmente en la provincia de Buenos Aires, proceso que se aceleró en la década de 1890 y se tradujo en un fuerte incremento de las exportaciones. Esta fuerte economía agroexportadora, necesaria para el proyecto social, hizo crecer la figura de los estancieros, instalados al sur de Buenos Aires, la que se volvió poderosa y crucial para el mercado interno y externo.

El proyecto demográfico y cultural. Los ideales del ‘80

Durante la Generación del ‘80 se llevaron a la práctica nuevas doctrinas de origen europeo, a partir de las cuales surgieron cambios en la estructura de la sociedad. La idea de progreso en el campo social y la fe en los avances del capitalismo industrial generaron una visión optimista del futuro. Buenos Aires pasó de ser una aldea colonial a transformarse en una ciudad de lujosos palacetes y avenidas europeas. La riqueza y la elegancia contrastaban con la pobreza de inmigrantes y criollos, relegados en la nueva pirámide social.

Buenos Aires, 1890.
La europeización de la cultura fue la característica de esta etapa en la que Europa vivía la euforia del progreso, la “belle époque”, el optimismo por un presente sin guerras y la fantasía de una prosperidad sin fin, que recaía en las clases altas mercantiles y en los terratenientes. Durante este período hubo un importante crecimiento cultural en Buenos Aires: cines, teatros, confiterías. También aparecieron revistas como Caras y Caretas y El Mosquito y diarios como La Prensa y La Nación. Inmigrantes italianos de alto nivel intelectual crearon periódicos para informar en la propia lengua a sus conciudadanos con noticias de su país de origen y de la tierra que los recibía. A Buenos Aires se la llamaba “La París de Sudamérica”. El centro se pobló de edificios públicos y avenidas; se creó un puerto de grandes proporciones y una terminal de ferrocarril similar a las que había en las ciudades europeas. Este proceso de modernización, producto de la política roquista, produjo el ocaso de la Argentina criolla y la transformación socioeconómica por la que habían abogado Alberdi y Sarmiento años atrás.

Los hombres del ‘80 practicaron un liberalismo laicista y promovieron la separación de la Iglesia del Estado, ya que consideraban que el dogmatismo cristiano era el principal obstáculo para el progreso.

Como políticas de gobierno se puso énfasis en la educación basada en el modelo europeo y norteamericano, así como en la obra pública. 

La arquitectura y el diseño como expresión del Liberalismo

Como reflejo de la cultura extranjera introducida por la inmigración, la arquitectura abandonó las construcciones de tipo poscolonial para incorporar nuevas pautas que implicaban cierto prestigio social y cultural: la incorporación del clasicismo italiano, estilo que aparece no sólo en teatros, sino también en hospitales y edificios escolares.

La arquitectura se encontraba en una etapa fundacional y ecléctica; en sus modelos confluían numerosas escuelas que recuperaban los estilos neocolonial, neoclasicista, neogótico y modernista, como el Art Decò y el Art Nouveau, que se observaban en la arquitectura pública y en las construcciones privadas de las élites de la época. 

La epidemia de cólera de principios de 1870, seguida de la fiebre amarilla, expulsó a las familias adineradas del sur de la Plaza de Mayo hacia el norte de la avenida Rivadavia, donde la alta burguesía se instaló en casas de dos o tres pisos tipo petit-hotel.
Teatro Marconi, c. 1905.

De fines del siglo XIX es la construcción de la Avenida de Mayo en la ciudad de Buenos Aires, inaugurada en 1894. También de esa época es el diseño de la ciudad de La Plata, con edificios clasicistas bellepoquianos, como el original del Teatro Argentino y la neogótica Catedral de La Plata, debida en gran parte a Pedro Benoit. Ha sido llamada “la ciudad de las diagonales” por influjo de París y planeada por el barón de Haussmann. 

En esa época se construyeron grandes mansiones y palacetes: el Palacio Paz, el Palacio Casey, el Palacio Ortiz Basualdo Dorrego, el Palacio San Martín y el Palacio Fernández Anchorena. El Palacio Pizzurno, edificado entre 1886 y 1888, en homenaje al educador Pablo Pizzurno, presenta un estilo ecléctico francés. 
Palacio Pizzurno 
En cuanto a las viviendas para la clase media, persistieron las casas tradicionales de tres patios, a las que se agregaron las casas de altos y, posteriormente, las llamadas casas “chorizo” con jardín delantero y jardín trasero, que servían de gallinero y huerta hogareña.

Muchas de las casas de Buenos Aires en 1887 se destinaban a viviendas con un comercio adosado al frente, la mayoría se ubicaba en los barrios inmediatos al antiguo centro, como Balvanera, El Pilar, El Socorro, La Boca y San Cristóbal. 

El cambio que produjo la llegada del ferrocarril y la moda francesa del “boulevard” llevaron a la construcción de plazas y parques de estructura concéntrica. Para la clase alta fue prioritario vivir en una ciudad moderna, por lo tanto el modelo europeo definió su transformación. Se construyeron edificios públicos, como el depósito de agua de la avenida Córdoba y Paraguay, el Departamento Central de Policía y la Casa de Gobierno; se proyectaron el Palacio de Justicia, el Teatro Municipal y el Palacio del Congreso de la Nación. Se expandió la red de tranvías y los ferrocarriles unían Buenos Aires con las principales ciudades del país; se construyeron escuelas y nuevas facultades en la Universidad de Buenos Aires. 

Las artes plásticas. El abandono del Pintoresquismo

La Generación del ‘80 trabajó intensamente por el desarrollo del arte en la Argentina impulsando el trabajo de artistas nacionales y con la creación de instituciones que brindaran la enseñanza y permitieran la difusión de la pintura y la escultura. 

Para promover el arte se fundó en 1876 la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y en 1896 fue abierto al público el Museo de Bellas Artes con el fin de posicionar la ciudad de Buenos Aires como la “gran metrópolis”. Tanto Eduardo Schiaffino, fundador del Museo de Bellas Artes y su primer director, como Eduardo Sívori y Ernesto De la Cárcova compartieron el proyecto nacional y a la vez cosmopolita.
De la Cárcova. Sin pan y sin trabajo 
La temática social ingresó a la pintura porteña poniendo en evidencia la pobreza, de modo que el realismo se instalaba en las obras, dentro de las que se destacan Sin pan y sin trabajo, óleo de Ernesto De la Cárcova de 1894 y El despertar de la criada de Eduardo Sívori de 1887. 

Frente a mensajes coincidentes con las ideas anarquistas y socialistas que llegaban al país a través de la inmigración española e italiana, cabe destacar La vuelta del malón de 1892 de Ángel Della Valle, donde el pintor intentó rescatar el tema del malón para justificar la masacre de los indígenas a manos de los blancos, con el objeto de llevar adelante su proyecto de país.
Lola Mora

La escultura tuvo una aparición tardía. Se destaca Francisco Cafferata, con rasgos del verismo italiano, dentro de una concepción clásica. Entre sus obras: Cabeza de esclavo, Cabeza de mulato y El esclavo. Lola Mora es la primera mujer argentina que sobresale en el arte escultórico; su obra más reconocida es Las Nereidas, conocida popularmente como "la fuente de Lola Mora" e inaugurada en 1903.

La mayor personalidad en la escultura argentina la encontramos en las obras de Rogelio Yrurtia. Su Canto al trabajo de 1907 rompe con los cánones de la escultura clásica.


La literatura del ’80. De libros y lecturas

Los escritores de la generación se identificaron, en gran parte, con el liberalismo. Eran cosmopolitas, promotores de la inmigración, pero ante el aluvión inmigratorio surgió en ellos un recelo nacionalista y casi xenófobo. La “invasión inmigratoria” fue tema de todo un ciclo novelístico, ya que la consideraban contaminante para la lengua y la cultura argentinas. 

Entre los más destacados podemos nombrar a Eugenio de Cambaceres con las novelas Sin Rumbo de 1885 y En la sangre de 1887. Julián Martel, con La Bolsa de 1891, trata el falso cosmopolitismo y la pérdida de los valores criollos debido al aluvión inmigratorio.
Eugenio Cambaceres: Sin Rumbo. En la sangre 

Lucio Vicente López, en su novela La gran aldea de 1884, describe con sarcasmo los vicios de la política, la prosperidad, la oleada inmigratoria, el anticlericalismo y la imitación a Europa. Lucio Victorio Mansilla en Una excursión a los indios ranqueles de 1870 intentó burlarse de las instituciones de la civilización, en oposición a la sociabilidad de las tolderías ranqueles.

Dentro de los narradores nativistas es importante nombrar a José Sixto Álvarez (Fray Mocho), cuyos cuadros de costumbres representan tipos de la ciudad de Buenos Aires, que serán el anticipo del sainete criollo: Galería de ladrones de la capital de 1887; Memorias de un vigilante, Viaje al país de los matreros, ambos de 1897.

La poesía respondía al habla culta, pero sus temas eran variados: costumbres populares, leyendas de pueblos indígenas, la patria, la libertad, el porvenir y el progreso. Los principales poetas del ‘80 fueron Rafael Obligado, con Santos Vega de 1874 y Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte), considerado el poeta-predicador. 

No podemos dejar de mencionar a Leopoldo Lugones, cuyo referente fue Rubén Darío, máximo representante del modernismo hispanoamericano. En 1897 publicó su primer libro, Las montañas del oro, de estilo inspirado en el simbolismo francés.

Juan Moreira en La Escena, revista teatral
Respecto del teatro, la novela de Eduardo Gutiérrez Juan Moreira de 1870 fue adaptada en 1884 a pantomima, a pedido de José Podestá, dramaturgo y empresario teatral, que llevó a escena este espectáculo gauchesco circense. Por otra parte, Martiniano Leguizamón se destacó con Calandria, de 1896; Martín Coronado con La piedra de escándalo de 1902 y Nicolás Granada con ¡Al campo! de 1902, donde presenta la tensión social e ideológica entre los personajes de ciudad y los paisanos en vías de urbanización.

Eduarda Mansilla




A pesar de que la escritura no fuera tarea de mujeres en la década del ‘80, en una sociedad dominada por los hombres, varias fueron las autoras que se hicieron escuchar más allá de que se subestimaran sus producciones. 

Entre las escritoras que cobraron relieve, podemos nombrar a Juana Manuela Gorriti con Veladas de la infancia de 1878 y Eduarda Mansilla -hermana de Lucio V. Mansilla- cuya antología de cuentos, Creaciones de 1883, entreteje lo fantástico con lo cientificista. 









Comentarios

Entradas más populares de este blog

Italia y su pedagogía de fines del siglo XIX

El proyecto educativo de fines del siglo XIX en la Argentina

Bibliografía y fuentes