Italia y su pedagogía de fines del siglo XIX

En 1861 el Nuevo Reino de Italia tenía el setenta por ciento de analfabetismo y, a fines del XIX, aunque la nueva República había quedado constituida, ésta se había hundido en una gran crisis social. La unidad de Italia (1859-1861) planteaba, en el terreno de la enseñanza, problemas urgentes y graves.

El Positivismo proponía una reforma social global y sostenía que la cultura podía enfrentar los problemas que aquejaban a la sociedad; la idea de progreso había alentado la confección de programas que apuntaban a este desarrollo. En este contexto de cambio social, el papel de lo educativo como formación de conciencia fue preponderante. De acuerdo con la ley, la educación debía ser obligatoria, secular y científica, mientras se avanzaba hacia el aprendizaje teórico de la Pedagogía, cuyo objetivo era diseñar un plan educativo nacional y una definición científica de la enseñanza. Aunque la orientación política fue en general conservadora, la escuela italiana se insertó en la cultura de la era industrial. La doble relación de la Pedagogía con la ciencia y la sociedad, el laicismo radical y la educación como herramienta política representaban los tres pilares del Positivismo pedagógico. 

Por un lado estaban los positivistas científicos, que se comprometían a elaborar una Pedagogía sistemática y abstracta, lejos de los problemas concretos de la escuela y la educación (Ardigò, De Dominicis, Fornelli). Por otro se encontraban los positivistas prácticos, defensores de una educación secular de la Pedagogía y el crecimiento de la educación popular, incluso a través de canales no académicos (Villari, Gabelli).
El aula en una escuela de Italia, c.1880 
El mayor representante del Positivismo italiano fue Aristide Gabelli (1880), precursor del activismo pedagógico, para quien -frente a la vieja didáctica- la escuela debía ser un espacio de observación y preparación para la vida del niño, en lugar de recibir adoctrinamiento.

También Herbert Spencer (1820-1903) se basaba en el criterio de utilidad por el que la enseñanza debía preparar para la vida, que sirviera para la educación de la familia, el cultivo de las artes y para formarlo como ciudadano. Retomó los planteos de Pestalozzi, reafirmando que la Psicología facilita la aplicación de un buen método pedagógico.
Libertad y competencia, esfuerzo y logro fueron claves del método spenceriano.

El empuje socialista del siglo XIX tuvo que luchar con la industria capitalista, además de combatir la política conservadora de la Iglesia, aliada a la burguesía, manteniendo el tradicional control sobre la educación.

Ante el vacío moral de fines del siglo XIX, surge el nuevo movimiento sincretista de la Teosofía, que simbolizó una base válida para la educación y las escuelas del futuro.
María Montessori rodeada de niños

Al comienzos del siglo XX las cuestiones sociales parecían insuperables y, a pesar de la masiva emigración a los Estados Unidos y a la Argentina, las ciudades de Roma y Nápoles, junto con otros grandes centros, mantenían enormes poblaciones desamparadas. Era necesario reconstituir el tejido social para ofrecer una educación que rompiera el eje positivista heredado. Será María Montessori (1870-1952) quien dará una gran respuesta a ello e influirá en la educación mundial durante el siglo XX. La autoeducación, en su dinámica con el ambiente y la libertad, configura su Pedagogía científica, que defendía el juego como la principal actividad para alcanzar el aprendizaje. 

Las miserias, las injusticias y primitivas condiciones de vida de los viejos estados se transfirieron al nuevo y la escuela no podía cumplir con la tarea encargada. Su organismo, nacido con las leyes Casati (1859) y extendido a casi toda la península, respondía a los intereses de las clases privilegiadas y escasamente a las exigencias técnicas del trabajo que, en los comienzos del siglo, habían puesto en crisis la producción italiana.

La cultura del pueblo se restringía a una formación que no llegaba al segundo año de estudios y a una escuela técnica organizada sólo en los centros más importantes. La grave situación económico-social frenaba la renovación del Estado y el progreso democrático, social y cultural era impedido por las corrientes reaccionarias.
María Montessori junto a dos niñas
Era imposible lograr una educación eficaz de las clases populares si no se proveían mejores condiciones de vida. Además la nueva escuela aumentaba los conocimientos de los jóvenes sin acrecentar su intelecto, formar su carácter y sin fortalecer su voluntad. Debido a esto los pedagogos debieron buscar la transformación de métodos y programas. 

La difusión de la instrucción obligatoria no sólo había obligado a construir nuevos materiales de lectura, sino que había abierto un espacio alternativo a lo escolástico: la lectura como evasión e identificación para los nuevos jóvenes. En la Italia de 1871 el analfabetismo era grande y la instrucción obligatoria había promovido un mercado editorial más extenso, concentrado principalmente en las ciudades de Florencia, Milán, Bolonia, Turín y Parma.
Edición de Florencia, 1883, con ilustración de Mazzanti.

El cambio empezó en Florencia porque allí se había publicado en 1837 El Giannetto de Parravicini y en 1875, Le memorie di un pulcino de Ida Baccini, mientras Carlo Lorenzini era persuadido por Paggi, un librero-editor, para que compilara los cuentos de Perrault, los de D’ Aulnoy y los de Leprince de Beaumont.
No se pueden diferenciar los libros destinados a la recreación de los niños de aquellos que demandaba la escuela. Cien años antes de la aparición de Pinocho (1881), el entretenimiento estaba ligado a una clara intención pedagógica. 
En relación con la evolución histórica de la literatura infantil, en estos años aparecen ya los niños como destinatarios específicos de la literatura publicada. Se seleccionan obras según la edad o según los grupos, como cuentos para la población rural o lecturas para la familia y la escuela. 
La mayor parte de las publicaciones eran cuentos populares adaptados por escritores italianos, ensayos sobre estudios biográficos acerca de personajes ilustres, manuales de geografía italiana, cuentos históricos narrados para la juventud. La literatura europea importada, de gran difusión, era traducida en la República.
Tanto en la creación como en la selección de obras se notaba la influencia de la Iglesia en la educación de los niños. En ellas aparecían tanto el objetivo recreativo como el aleccionador, y lo pedagógico se traslucía en la publicación de comedias para niños y jóvenes y cuentos morales, específicamente para uso de la escuela. Así también eran importantes las lecturas sobre deberes sociales, inculcados por la vía del ejemplo y de las máximas que estaban en los textos escolares. 

Comentarios

  1. Datos para mí desconocidos. Y que pueden confirmar la hipótesis de que el analfabetismo era funcional para la explotación de trabajadores de actividades extractivas. Este fenómeno sigue vigente hasta bien entrado el siglo XX. La película "Lazaro" es una muestra de sectores agrarios sumidos en la servidumbre feudal y en el analfabetismo en el interior de Italia.

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  2. La literatura siempre fue utilizada como elemento aleccionador por los grandes poderes. De hecho cuando los lectores se dieron cuenta que había otros escenarios posibles más allá de la moraleja que las historias aportaban, los libros comenzaron a ser quemados y prohibidos por los sectores que ostentaban el poder.
    Muchas gracias por todos los datos que aportan al describir el desarrollo de la pedagogía Italiana del siglo XIX. Un trabajo de investigación profundo que iré disfrutando poco a poco. ¡Enhorabuena!

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