Collodi y su tiempo



Caricatura de Carlo Lorenzini, por A. Tricca. Florencia,1875
Carlo Lorenzini nació el 24 de noviembre de 1826 en Florencia, en ese momento la capital del Gran Ducado de Toscana. Asistió a la escuela elemental de Collodi y años más tarde estudió en el seminario, que abandonó por falta de vocación; siguió luego, en forma autodidacta, estudios de retórica y filosofía, música, lengua y literatura francesa.
En 1844 trabajó como redactor en la librería Piatti, donde nació su vocación por la literatura y el periodismo. En 1848 publicó sus primeros artículos en la Rivista di Firenze y, en 1848, movido por sus ideales políticos en favor de la unidad italiana, se enroló como voluntario en la primera guerra de la independencia contra Austria. Regresó a Florencia en 1859, fundó el periódico Il Lampione y desarrolló una intensa actividad política. Su vida atravesó el siglo XIX cuando surgían en toda Europa el Romanticismo, el Positivismo y el Realismo, y en Italia nacía el “Risorgimento”, movimiento de la "Giovine Italia", a cuyo inspirador, Giuseppe Mazzini, admiró Collodi.

Collodi, Toscana
Para firmar sus producciones y como homenaje al pueblo de su madre, a partir de 1860 Carlo adoptó para siempre Collodi como apellido. Su obra literaria comenzó con I racconti delle fate y con las traducciones al italiano de los cuentos de Perrault y de Madame Leprince de Beaumont. En 1881 empezó a publicar Pinocchio en forma de folletín por entregas en el Giornale per i Bambini. La historia terminaba con el "burattino" ajusticiado, pero ante la protesta de los lectores, Collodi resucitó a su héroe y convirtió su obra en Le avventure di Pinocchio. Storia di un burattino. Dos años después la novela aparecía en forma de libro con ilustraciones de Mazzanti y el éxito fue instantáneo, con reediciones y traducciones a todas las lenguas. Collodi murió el 16 de octubre de 1890 de un ataque al corazón.

Edición de Le avventure di Pinocchio

Imaginar el tiempo en que Collodi vivió es también pensar en la literatura para niños que existía desde antes. Los primeros cuentos de hadas habían nacido hacia fines del siglo XVII en Francia y las revolucionarias teorías pedagógicas de Rousseau habían contribuido a instalar, en la sociedad de la época, el derecho del niño a tener sus propios pensamientos y sentimientos, lo que había logrado dar una nueva orientación a los libros infantiles. Luego, en el siglo XVIII, habían aparecido autores didácticos, "utili dolci", forma literaria de la que se ocupan en el XIX algunos autores italianos. Sin embargo estos todavía se movían en el terreno de la estructura pedagógica católica. Con el siglo XIX surge el concepto de lo folclórico y sus valores, y el cuento consigue su estatus definitivo en la literatura universal para surgir como categoría apreciada dentro del relato. Se va constituyendo, entonces, un corpus literario centrado en los intereses de niños y jóvenes. 
El XIX fue también un siglo de importantes producciones europeas, como las clásicas obras de Alejandro Dumas padre y las de Julio Verne. Inglaterra, en cambio, ya tenía una notable tradición literaria desde 1726 con Swift y en el XIX incrementó su producción literaria con la obra de Charlotte Brontë, con Dickens y con Alicia en el País de las Maravillas (1865) de Lewis Carroll, así como la obra de Anna Sewell. En Suiza aparece Heidi de Johanna Spyri. Tras la publicación de Las aventuras de Pinocho a fines del siglo XIX, comenzó a desarrollarse en toda Europa la literatura infantil; por otra parte, la literatura norteamericana también hizo importantes aportes.
Heidi, Colección Robin Hood

Las aventuras de Pinocho no fue la primera obra de Collodi, aunque sí la más importante y la culminación de varios trabajos anteriores, los que, junto al contexto histórico-social, fueron preparando al autor para la creación de su personaje. En 1837 ya había revisado y actualizado el Giannetto de Parravicini y también había traducido los cuentos de Perrault en 1875. En 1877 Collodi escribió Giannettino, inspirado en Parravicini. El éxito de este personaje lo llevó al año siguiente a la creación de Minuzzolo, un niño que se burla de las virtudes del modelo de época, aunque la obra afirmaba las ventajas de la buena conducta a través de moralejas. Las aventuras de Pinocho no escapó, por tanto, del didactismo y de la pedagogía de fines del siglo, pero su novedad estuvo en la aparición de personajes característicos de la novela picaresca o de la Comedia del Arte. Pinocho quiebra las leyes del género, pues no es sólo una "favola" ejemplar ni un cuento de hadas y, a pesar de su tono moralizante, crea un personaje autónomo, autor de su aprendizaje y definitiva transformación. 

Los precursores de la literatura infantil italiana no escribieron especialmente para un público infantil, pero sus obras son utilizadas en la escuela, como algunos de los clásicos latinos: Catón, Fedro y Plutarco. En 1634 aparece el Pentamerón y Basile, su autor, es importante por ser uno de los primeros recopiladores de cuentos populares y quien da forma definitiva a narraciones como Piel de asno, El gato con botas y otras igualmente conocidas, luego adaptadas y difundidas por Perrault y los hermanos Grimm. Pietro Thouar (1809-1861) es considerado el padre de la literatura infantil italiana. Tanto para él como para Collodi y De Amicis y otros autores italianos que crearon hasta bien entrado el siglo XX la patria y la formación del ciudadano de la “Nueva Italia” fueron temas principales. Otro de los autores clave fue Alessandro Parravicini (1799-1880), referente de Collodi para la creación de su personaje y, aunque su Gianetto ya fue superado, tiene importancia histórica como literatura escolar. Después de Collodi vendrá Edmundo De Amicis (1846-1908) y Emilio Salgari (1862-1911).


Gianni Rodari con niños
Entre los escritores contemporáneos destacados de la literatura infantil y juvenil italiana, se destaca Gianni Rodari (1920-1980), maestro y periodista, considerado el mejor escritor de cuentos para niños y premiado con el Andersen, el “Nobel” de la Literatura Infantil y Juvenil. También Italo Calvino (1923-1985), quien luchó en las filas de la Resistencia durante la II Guerra Mundial y perteneció al Partido Comunista, del que se separó en 1957. Publicó una recopilación de cuentos folclóricos italianos y Marcovaldo, y con El barón rampante de 1969 obtuvo el Premio Charles Perrault. 


Las aventuras de Pinocho no ancló sólo en la educación y en la cultura italianas, también lo hizo en España, donde Rafael Calleja, su primer traductor, lo bautizó con ese nombre. El Pinocho español creado por Bartolozzi tuvo como antagonista a Chapete, el muñeco de trapo y fue llevado a vivir aventuras en muchas partes del mundo. Otro Pinocho italiano fue creado por Gianni Rodari, el personaje dice continuamente mentiras para que le crezca la nariz, aserrada y convertida en madera después, para luego convertirse en un gran industrial de la madera, rico y ambicioso. Mencionamos, además, el Pinocho austríaco de Christine Nöstlinger, quien recrea el texto y poda elementos considerados pedagógicos por la autora.

Edición española de Pinocho, 1930

¿Cuáles fueron los acontecimientos históricos que influyeron en la vida y en la obra de Collodi? Tras el Congreso de Viena en 1815 y la liquidación del orden napoleónico, la península italiana había quedado dividida y sojuzgada por gobiernos enemigos de las ideas democráticas. Sin embargo, las ideas revolucionarias se iban propagando y el sentimiento nacionalista del siglo XIX, inspirado por los ideales de la Revolución Francesa, perseguía la unidad de Italia, cuya historia de este siglo va ligada estrechamente al “Risorgimento”. El desarrollo de la economía necesitaba la Italia unificada, por lo que la construcción de los ferrocarriles facilitó las comunicaciones. La lengua ayudó a aglutinar: muchos escritores románticos, incluido Collodi, así como músicos, se hicieron eco de este sentimiento. Los ideólogos también defendíeron la unidad de la raza, sangre, religión e idioma, junto a la unidad política, en la que tanto el Papado como Giuseppe Garibaldi cumplieron roles decisivos. Este espíritu revolucionario también luchó contra el dominio extranjero y conspiró para destronar al régimen monárquico. Mazzini, inspirador de la “Giovine Italia”, lideró el cambio final y en 1860 se consiguió la incorporación de gran parte de los territorios nacionales, fueron reducidos los dominios austríacos y los pontificios y se logró la expulsión de los Borbones. Al inicio de 1861 toda Italia estaba unida al Piamonte, menos el Véneto y los Estados Pontificios. Venecia se le unió en 1866 y Roma, el último bastión, cayó en septiembre de 1870 y fue declarada capital al año siguiente. En 1929 el Tratado de Letrán dio origen finalmente al Estado de la Ciudad del Vaticano.








Comentarios

Entradas más populares de este blog

Italia y su pedagogía de fines del siglo XIX

El proyecto educativo de fines del siglo XIX en la Argentina

Bibliografía y fuentes